Líneas de alta tensión


Ante todo hay que recordar que la nocividad de una corriente eléctrica aumenta con su voltaje (tensión o diferencia de potencial).

Según su voltaje, podemos clasificar las líneas de alta tensión en:

Centros de transformación: 230 voltios 
3ª categoría: de 1.000 a 30.000 voltios (aproximadamente Media Tensión)
2ª categoría: de 30.000 a 66.000 voltios
1ª categoría: de 66.000 a 220.000 voltios
Categoría especial: igual o superior a 220.000 voltios

Los efectos de los campos electromagnéticos de extremada baja frecuencia, especialmente los producidos por líneas de alta tensión, suponen distintos trastornos y enfermedades. El fondo electromagnético continúa hoy día aumentando sin control ni legislación concreta. 

Las líneas eléctricas producen fuertes campos electromagnéticos, con altos valores de radiación, motivo por el cual se debe evitar construir o vivir en las cercanías de líneas eléctricas, especialmente las de alta tensión.

A nivel orientativo diremos que las distancias de seguridad recomendadas que deberíamos adoptar entre nuestra vivienda y una línea de alta tensión serían:

Centros de transformación: 230 voltios (5 metros por cada 1.000 voltios, según el voltaje total de entrada)
3ª categoría: de 1.000 a 30.000 voltios (5 metros por cada 1.000 voltios)
2ª categoría: de 30.000 a 66.000 voltios (5 metros por cada 1.000 voltios)
1ª categoría: de 66.000 a 220.000 voltios (5 metros por cada 1.000 voltios)
Categoría especial: igual o superior a 220.000 voltios (1 metro por cada 1.000 voltios)

Así, por ejemplo, ante una línea de 300.000 voltios la distancia de seguridad sería de al menos 300 metros, y en una línea de 20.000 voltios, la separación sería como mínimo de 100 metros. No obstante siempre es preferible estudiar geobiológicamente el lugar concreto y su entorno.


Las líneas eléctricas intensifican considerablemente la producción de gas radón, gas natural que está presente en todo el planeta y que es responsable del 30% de los cánceres de las vías respiratorias.

Es indicativo el hecho que las líneas de alta tensión producen en los enjambres de abejas un espectacular aumento en la producción de miel, ya que éstas permanecen en un estado de sobreexcitación, sin reposo. 

Las perturbaciones que crea una línea de alta tensión, tanto desde el punto de vista técnico como biológico, son de tres tipos:

Efecto electromagnético. Siempre que hay un flujo de corriente a través de un conductor existe un campo magnético entorno a él, y el sentido de giro de este campo depende del sentido de desplazamiento de la corriente eléctrica. Cuando la corriente circula de izquierda a derecha, el sentido del campo magnético es contrario a las agujas del reloj. Si el sentido del flujo de la corriente se invierte, el sentido del campo magnético también se invierte.

El campo magnético producido por una corriente eléctrica, siempre forma ángulo recto con la corriente que lo produce. El campo magnético tiene dirección e intensidad, y sus líneas de fuerza están concentradas cerca del conductor, disminuyendo a medida que la distancia al conductor aumenta.

Este efecto es el que origina, por ejemplo, ruidos en nuestros equipos de sonido (interferencias).

Efecto electrostático. Origina cargas inmóviles igual que pasa en un condensador. En este caso, el condensador es la línea, el suelo forma la armadura y el aire es el dieléctrico. Así tenemos ‘corrientes de carga’ en todos los objetos cercanos: suelo, plantas, rocas, personas, etc. Los objetos metálicos acumularán un potencial estático que dependerá de su masa y de la intensidad del campo (recordemos las descargas que recibimos en la mano cuando tocamos la puerta del coche). La existencia de este campo se puede demostrar fácilmente si caminamos bajo una línea de alta tensión con una bombilla fluorescente en la mano, ya que ésta se encenderá sin necesidad de pila ni cable.

El efecto corona. Está motivado por la ionización del aire, que se convierte así en conductor. De este modo se producen descargas acompañadas de ruido y de luces violáceas. Se pierde potencial y la polución atmosférica es notable, pues se origina ozono y óxidos de nitrógeno (gases nocivos e irritantes), también ruidos molestos (crepitación) que llegan a veces hasta los 50 decibelios, se originan ‘interferencias’ en la radio y televisión, llegando incluso a imposibilitar totalmente la recepción.